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Facebook puede comer nuestras vidas

Facebook es una herramienta con la que hemos ido dando forma a la internet. Se trata de un sistema de redes personales similar a hi5 y MySpace, pero más sencillo, amigable, y aparentemente menos invasivo. Por ejemplo, si leo el perfil o husmeo en las fotografías que otros usuarios han «subido», Facebook, a diferencia de hi5, no les informa que lo hice. Pero esto no parece funcionar en ambos sentidos, como veremos.
Internet ha dejado de ser una «red de interconexiones descentralizada que sirve para comunicar». Poco a poco, los usuarios, sin necesidad de ser expertos en comunicación o computadoras, hemos ido formando la Red, inmersos en este fenómeno, bautizado como la Web 2.0.
A veces, cuando veo a mis amigos en carne viva –alejados de la mensajería instantánea o de las redes personales– hablamos de estas cosas. ¿Debo aclarar que tengo amigos reales? Confieso: hablamos sobre temas como Facebook. Y es terrible, lo sé. Pero igual son mis amigos.
En parte nos lo tomamos a broma. Facebook es un hoyo negro, exageramos. Se come nuestras vidas, seguimos. Deberíamos detenernos, consideramos. Pasamos mucho tiempo tratando de saber quiénes son todas esas personas que conocen nuestros amigos, sus intereses, sus pasatiempos. Esas caras que de un momento a otro corren el riesgo, la amenaza, de volverse más interesantes que nosotros.
También hay amigos paranoicos que desconfían, que abandonan Facebook (y hi5, y el MSN o su cuenta en MySpace) por temor a que su intimidad se vea en peligro. No hace mucho, uno de ellos me recomendó un pequeño documental en YouTube titulado Do you have Facebook? (Vishal Agarwala, 2006).
Dura como cinco minutos y pregunta algo aparentemente obvio: si estamos o no al tanto de la cantidad de información personal que ponemos en Facebook. Más aún, ¿sabemos quiénes se encuentran detrás? ¿Nos percatamos de que algunos de sus fundadores fueron miembros de la CIA? ¿De que a su modo Facebook constituye una especie de panóptico, de Gran Hermano? Porque, nos advierten, no podemos olvidar que toda nuestra vida está ahí: nuestras películas favoritas, orientaciones políticas, religiosas, la lectura en turno. El temor que sirve como motor para estas preguntas, sin embargo, está en que nuestra vida se reduzca a nuestros pasatiempos. Cosa que cualquier persona sensata podría reconocer como falso.
Entre otras cosas, Do you have Facebook? destaca que en las condiciones de uso (y con las que uno está de acuerdo apenas da clic en algún OK), se encuentra esto:
[Facebook] recolecta información/ personal de otras fuentes, como/ periódicos y servicios de mensajería instantánea./  Esta información se reúne sin importar el uso que se dé a la página electrónica.
Se pone peor: otra condición de uso es aceptar que Facebook puede utilizar, y lucrar con ellas si quiere, todas las bases de datos que posee. A través de su sistema Beacon, tenía asociados a más de 40 sitios, entre ellos Fandango.com (uno de los sitios más importantes en horarios de cartelera y venta de boletos para cine en Estados Unidos), Overstock.com (que se presenta como una especie de outlet en línea) y Blockbuster. El sistema Beacon permitía monitorear todo lo que los usuarios hacían en dichos sitios, como parte de una estrategia de publicidad personalizada. Como es de esperarse, la comunidad Facebook rechazó la estrategia (más de cincuenta mil usuarios se quejaron) y, al menos hasta diciembre del año pasado, se dio marcha atrás.
Podríamos temer. Le hemos entregado nuestra vida a Facebook. Nos conoce: está al tanto de lo que sucede en el día a día, de las compras que realizamos, el tiempo que invertimos en un sitio u otro, cómo posamos cuando nos fotografían. Pero yo tengo esta cosa rara de confiar en las personas, en mis amigos. Asumo que las «redes de amigos» están ahí precisamente para abolir los espacios que nos separan, para informarnos, en la medida que lo permitimos. Y podemos dudar, supongo. Sospechar que Facebook es cosa del diablo. ¿Pero no es eso agotador? Por supuesto. A menudo el origen de las herramientas que usamos nos apabulla tanto que olvidamos que se trata sólo de eso: herramientas.
Es tan fácil inventarse temores.

istmo review
No. 386 
Junio – Julio 2023

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