De unos años a la fecha la Responsabilidad Social Corporativa se ha convertido en conversación de moda. Muchas empresas han querido pertenecer a este cada vez más grande gremio, hecho que puede ser positivo. Sin embargo, la pregunta que surge es: ¿lo hacen por deber o porque realmente creen en la responsabilidad social?
La llamada Responsabilidad Social Corporativa (RSC) surge de dos cunas en apariencia incompatibles: la obligatoriedad y la generosidad.
Cumplir cabalmente con la ley constituye el aspecto de obligatoriedad, pero como median castigos o repercusiones de distinta índole, sólo se le puede nombrar como el aspecto más básico de la RSC, pues en principio no existe libertad para evadirla, aunque en la práctica hay organizaciones que incluso escapan a esta obligación.
La generosidad es el aspecto posterior o anterior, según sea el caso, sobre el que descansa la RSC y por lo general proviene del empresario que toma conciencia de que la finalidad principal de la empresa es generar utilidades, pero también que la sociedad que le permite el éxito, también requiere apoyos. Entiende también que la dirección de empresas es el gobierno de las personas y como tal, requiere centrarse en el perfeccionamiento de los empleados y no sólo en su administración.
Así, hay empresas que deciden que lo primordial es la búsqueda de utilidades, pero no necesariamente su maximización y que en ocasiones es necesario anteponer cuestiones sociales a los intereses económicos.
A mediados de 2008 encontramos dos realidades indudables: por una parte, alarmantes indicadores del grado de polarización de la riqueza en nuestro país y por otra, una importante evolución en la cultura de la responsabilidad social empresarial. La primera enuncia una necesidad apremiante por resolver en el corto y mediano plazos; la segunda, expresa una posible dinámica que puede cooperar a remediar aspectos de la pobreza.
LA RSC EVOLUCIONA
Hace algunos años, muchos empresarios se dieron cuenta de que no siempre había que sacrificar utilidades por beneficios sociales, pues encontraron que el apoyo social podía utilizarse de modo muy conveniente por medio del llamado marketing social, que podemos plantear como el tercer aspecto de la RSC.
En este tópico, como sabemos, se potencian la imagen altruista de las organizaciones al incrementar el prestigio de las marcas, a la vez que se intenta generar lealtad en los empleados y en el cliente. Prestigio que puede convertirse en un factor decisivo de compra en un mercado muy competido en el que tantas veces los productos carecen de características diferenciales.
Este rubro cada vez toma mayor fuerza y se moderniza al descubrir nuevas estrategias de publicidad, relaciones públicas y posicionamiento, pues deja ver resultados concretos y lleva a que se apliquen cuantiosas inversiones, no sólo en el segmento de donaciones, sino de gasto publicitario para comunicar la RSC.
No obstante, aunque la tendencia es creciente y se respalda en la tendencia mundial más desarrollada en los países industrializados, numerosas empresas todavía no se incluyen en esta cultura de RSC.
El último aspecto de la tendencia creciente de la RSC que es fundamental mencionar es el de la necesidad, que se relaciona íntimamente con la asimetría de la riqueza en México. Aunque podría parecer el primero en el orden, resulta a veces el último en la acción, pues en ocasiones el grado de necesidad que tiene una sociedad de ser rescatada de diversos problemas es cuestión de percepciones y no se hace palpable hasta que el problema es insostenible.
LA ASIMETRÍA EN CIFRAS
Conforme se agudiza el problema de la pobreza deriva en dificultades de otra índole como la inseguridad. Incluso los estados de pobreza son diferentes y tienen implicaciones diversas de acuerdo con la base económica de la que partimos para considerarlos pobres y al nivel de polarización de la riqueza en la sociedad.
En el caso de México ambos parámetros son preocupantes. Si consideramos que la clase socioeconómica denominada «E» (los hogares con menores ingresos del país) tiene un máximo de 2,699 pesos mensuales, podemos ver que el piso de pobreza es muy bajo, sobre todo si tomamos en cuenta que es el ingreso máximo mensual para mantener a todo el hogar o familia.
La asimetría en la distribución se da también por regiones. Por ejemplo, en Nuevo León 9.4% de los hogares son clase «AB» (con ingresos mayores a 85 mil pesos mensuales) y sólo 2.6% de los hogares son clase «E». En cambio, en Chiapas sólo 2% de los hogares son clase «AB» y 44% son clase «E».
Si llevamos este análisis a cifras nacionales, podemos considerar que la suma de las clases «D+, D y E» que agrupa de la clase media baja a la más pobre del país, es 67% del total y el 33% restante corresponde a la suma de las clase media a la de mayores ingresos («C, C+ y AB»).
Es justo decir que los niveles de pobreza extrema han disminuido en los últimos años, un ejemplo notable es el estado de Guerrero donde la clase «E» que constituía 69.1% de la población en 2003 disminuyó a 37.8% en 2006. Pero esto no ha sido igual en la evolución de la media nacional y la velocidad con la que se está atacando la pobreza no es proporcional a la gravedad del problema.
El piso de ingresos en nuestro país para los considerados pobres es muy bajo, por la gran cantidad de hogares que vive con menos de 2,699 pesos al mes y no debemos olvidar, que esta cifra representa el techo de ingresos, lo que significa que muchos hogares dentro de esta categoría sobreviven con menores cantidades.1
EL SISTEMA POLÍTICO Y ECONÓMICO EN RIESGO
Las implicaciones de este nivel de pobreza y polarización son las que traen a cuento la RSC. Ante estos niveles de asimetrías sociales, un porcentaje considerable de quienes viven en pobreza percibe que el sistema político y económico del país no está funcionando. Es decir, que el sistema democrático que marca las pautas de lo político no cumple con las expectativas que los gobernantes generan en cada elección; y a la vez, que la estructura capitalista basada en la empresa privada como clave de la economía sólo está incrementando las disparidades económicas.
Si revisamos cómo perciben los mexicanos la democracia, encontramos que cuando les preguntan si la consideran el mejor sistema de gobierno, 66% contesta afirmativamente, aunque este porcentaje ha ido disminuyendo en los últimos años, pero cuando se les pregunta si están satisfechos con los resultados del régimen democrático, sólo 31% dice que sí. De modo similar, cuando se les pregunta si la economía de mercado es el mejor sistema para el país, 60% contesta que sí, aunque el porcentaje ha disminuido, sin embargo cuando se les pregunta si la situación económica del país es buena o muy buena, sólo 16% contesta que sí.2
Como resultado de este análisis podemos ver que la percepción de la situación económica del país es mayoritariamente negativa, y lo es de forma clara para la economía de mercado y la democracia, lo cual es ciertamente riesgoso porque ante un escenario de descontento generalizado, en ocasiones basta un líder con recursos suficientes para movilizar a la sociedad para alcanzar un cambio que no necesariamente será conveniente y que incluso, podría poner en riesgo la estructura de libertades democráticas y económicas de nuestro país.
LA RSC ANTE LA POBREZA
Sea cuestión de percepciones o realidades, la población pobre y descontenta puede ser inducida a ver a sus representantes como enemigos del sistema, tanto a los gobernantes que llegaron al poder por la vía democrática como a los empresarios, responsables de mover la economía del país por medio de la empresa privada. Y exigir un cambio a un sistema que, aunque de forma antidemocrática, prometa mayor equidad y mejores salarios; no importa si es mediante nacionalizaciones o expropiaciones e independientemente de que al momento de la verdad estas promesas no se cumplan.
Allí está el riesgo y allí el papel de la RSC, que deberá lograr un cambio de paradigma en la visión que muchas personas tienen de la empresa privada como explotadora e injusta. Repito, sea realidad o no; porque a veces las percepciones tienen más consecuencias que las realidades.
La RSC es una estrategia que incluso puede convertirse en el propio modelo de negocio de las organizaciones y comunicar de manera efectiva que ese cometido fundamental de la empresa privada como clave de la economía es necesario y positivo para todos los segmentos sociales. Que generar empleos depende de ella y no del gobierno, que estos no implican los mismos grados de remuneración, pero sí de dignidad y que las bases de los salarios lo expresen. Claro, siempre cuidando la finalidad fundamental de la empresa que es generar utilidades sin las que no podría sobrevivir.
La RSC tiene el cometido de reivindicar la acción empresarial y social de las organizaciones, pero también de cooperar con la sociedad para que esta evolucione al mismo ritmo que puedan crecer las empresas.
Y como dijimos al principio, la RSC se puede implantar por distintos motivos: desde el simple y obligatorio sentido de cumplir con la ley, la siempre admirable y grata generosidad, la útil conveniencia que se pueda manejar desde una perspectiva de imagen, prestigio y lealtad entre otros beneficios, o la irremediable necesidad de contar con una sociedad que apoye el modelo de economía de mercado que ostenta nuestro país, en el que cada ciudadano busque el mérito y coopere con las empresas en vez de obstaculizarlas.
Las empresas no pueden olvidar que en la sociedad están sus clientes, proveedores, empleados y accionistas, por lo que la relación del grado de desarrollo de una sociedad está íntimamente ligada a las empresas; como decía Joel Makower: «No se puede manejar por mucho tiempo una compañía sana en una sociedad insana».3
Consulta Mitofsky y AMAI, Niveles socioeconómicos por entidad federativa 2005-2006, Publicación 2007.
Latinobarómetro 2007.
MAKOWER, JOEL. Beyond the Bottom Line. Simon & Schuster Nueva York, 1994. , pág. 10.