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En el día del amor y la amistad

A finales de 1942, con una gran simpatía de carácter, una visión prometedora del futuro y una fe gigante en Dios, Josemaría Escrivá, un joven sacerdote, colocó con energía un papel sobre la mesa.
Empezó, en voz alta y sin tregua, a dictar una retahíla de tareas, actividades e instituciones que había que iniciar en todo el mundo: escuelas para campesinas, hospitales, colegios, clínicas de maternidad, universidades, escuelas de enfermería, centros de idiomas, de moda, librerías y muchas otras iniciativas… Fue como una tormenta.
Las tres jóvenes que lo escuchaban con inmensos deseos de hacer cosas grandes por Dios, no pudieron evitar el mareo –¡verdadero vértigo!– que les producían semejantes sueños. Porque eran sueños que ellas debían echar a andar y sacar adelante.
Su reacción no fue la que esperaba el sacerdote: cierto desánimo asomó a sus rostros y una fuerte sensación de impotencia paralizó su capacidad de soñar. Pero él no se amedrentó y tuvo confianza porque lo hacía de parte de Dios; en seguida les planteó una disyuntiva: «Ante esto se pueden tener dos reacciones: una, la de pensar que es algo muy bonito pero quimérico, irrealizable, y otra, de confianza en Dios, que si nos ha pedido todo esto, nos ayudará a sacarlo adelante».
No tuvieron que pasar muchos años para que aquellas mujeres pudieran comprobar que, cuando se deposita la confianza en Dios, Él, que es un Padre lleno de bondad, no se deja ganar en generosidad y da más de lo que cualquiera pueda soñar.
Aquel sacerdote, que entonces apenas rebasaba los cuarenta años, ha dejado una abundante herencia de la que se benefician personas en muchos rincones de la tierra: escuelas para campesinas y para empresarios, hospitales y clínicas universitarias, colegios para niños y para padres de familia, universidades y centros de integración familiar, y un largo etcétera.
AHORA EN LOS CINCO CONTINENTES
El pasado 14 de febrero, fecha en que en muchos países se festejan el amor y la amistad, el Opus Dei celebró el 80 aniversario del inicio de la labor con mujeres que, junto con la de varones y la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz, forman una unidad indivisible querida por Dios dentro del seno de la Iglesia Católica.
El fundador, san Josemaría Escrivá, explicaba que desde que vio el Opus Dei en 1928, el Señor le había ido enseñando –como hace un papá con su hijo– a recordar a hombres jóvenes, maduros y ancianos, enfermos y sanos, de cualquier edad y condición, que cada uno se puede santificar en medio del mundo a través del trabajo ordinario. Dos años más adelante, mientras celebraba la Santa Misa, Dios le hizo ver que este mensaje era también propio y adecuado para todas las mujeres –solteras o casadas, amas de casa, estudiantes y profesionistas– dispuestas a santificar sus tareas de cada día.
Así, y bajo el amparo de la Santísima Virgen, comenzó la labor con mujeres. Era el 14 de febrero de 1930. Han pasado 80 años y hoy, en los cinco continentes, las mujeres del Opus Dei, y las que se acercan a los medios de formación que ofrece, pueden confirmar lo que san Josemaría solía afirmar con vehemencia: «Soñad, y os quedaréis cortos».

istmo review
No. 386 
Junio – Julio 2023

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