Enrique Vila-Matas
Seix Barral. Barcelona, 2010
325 págs.
Los agoreros de ocasión presagiaron, hace ya casi 20 años, la muerte inmediata del papel como vehículo de ideas. El presagio no ha cuajado; los libros siguen por ahí como zombis, las revistas continúan hojeándose y abrir el diario sobre la mesa del desayuno aún es un placer matutino por excelencia. Sí, el papel morirá –como murieron la piedra y el cuero–, pero todavía no.
Con esa agonía como pretexto, Vila-Matas resurge de su viaje literario hacia la nada y entrega Dublinesca, una elegía a la narrativa del todo, a ésa de las historias de amor y las obsesiones corrientes.
Este resurgimiento –acompañado del cambio de casa editorial– supone también una purificación del autor. Si antes condenó la narrativa al silencio (tras las huellas de Walser o Rulfo), ahora reivindica la historia sobre la forma (que sigue siendo la más auténtica y original de su generación).
En Dublinesca, la erudición de Vila-Matas busca paladares exquisitos, amantes de la alta literatura, quienes aún aprecian el valor de la lentitud y son la cofradía que nos protege de la rapidez y lo instantáneo. Hipnotizados por la técnica y otros espejitos, Dublinesca nos reintegra con la humanidad. Que le aproveche.