Carlos Llano. Editorial Cruz. México, 2001
Llano establece varias conclusiones a partir de su análisis: un solo entendimiento humano con diversas funciones y operaciones; dos momentos del pensar humano: ciencia especulativa y prudencia práctica.
¿Es posible la unión epistemológica entre lo uno y lo múltiple? Llano plantea el problema medieval de los universales desde el antecedente platónico y aristotélico, hasta las contribuciones y límites de la solución vivencial.
La tesis filosófica es clara: «lo universal y lo singular no se encuentran en una relación de bipolaridad sino de armonía complementaria». Y aunque es un texto altamente metafísico, presenta un drama: el conocimiento humano frente a la realidad. El encuentro del hombre con el singular, la imposibilidad del entendimiento directo frente a la individuación, todo esto en un crescendo constante para mostrar la imposibilidad y la caída.
El análisis central de El conocimiento del singular está en el libro VII de la Metafísica de Aristóteles y en la q.2. art. 6 del De Veritate de Tomás de Aquino. Con una reflexión profunda y analítica Llano reúne respuestas directas con su maestro Gaos y su contemporáneo Xavier Zubiri. La disertación es de alcances clásicos por la solidez con que aborda cuestiones en torno a la noción de substancia, respecto de la noción de objeto wittgensteiniana del Tractatus Lógico-Philosophicus, y del De Veritate. En términos generales el libro es más «el intento que el logro del conocimiento del singular al que sólo se acude por la substancia individual»
Denomina a su reflexión la «heterogeneidad y comunidad de los singulares». La introducción es la conclusión y el balance del autor tras analizar el problema en los cuatro capítulos. Establece varias conclusiones: un solo entendimiento humano con diversas funciones y operaciones, y dos momentos del pensar humano: ciencia especulativa y prudencia práctica. En última instancia, dos modos de abstraer: la abstracción de la forma y la abstracción total de vuelta al singular.
SER UNO Y TODO
Llano establece un método de investigación y aborda la substancia como el ente primero, individual, el ente en su primer sentido según Aristóteles. Este punto crea un marco de comunicabilidad con Wittgenstein; señala los distintos sentidos en que puede decirse la substancia: como individual y como esencia universal en su vía de substancia primera; como materia y forma desde la perspectiva hilemórfico–natural.
El autor señala las dos vías claves de la disertación: la perspectiva de la substancia como logos y como physis. Ambas se interrelacionan y retroalimentan, sin embargo la substancia como logos tiene el sentido predicamental de sujeto, mientras que la substancia como physis refiere más a inalterabilidad; ésta es la permanencia del ser, lo que permite la predicación incluso de contrarios.
Aquino se pregunta por qué Dios conoce no sólo la esencia universal de la especie sino también la esencia de cada individuo. La sola terminología de Dios como aprehensor materiae, deja a Llano maravillado, pues descubre, a través de Aquino, que siendo Él no material puede comprender y conocer la totalidad singular de cada individuo.
En Dios es posible el conocimiento total del singular porque es causa de la cosa. El conocimiento del singular no radica en la semejanza con el objeto sino, en la «semejanza con la representación. En el grado que la representación tenga, en la dinámica del conocimiento, un ser intencional, que lleve hacia la realidad representada y no hacia el modo de la representación».
Llano concluye que hay dos modos de abstraer: la abstracción formal de las ciencias y la abstracción total del singular. Roto el cerco, vuelve al conocimiento del singular desarrollando el ámbito prudencial y de la acción práctica.