En un momento de crisis económica, relanzar la carrera profesional es algo inevitable para muchos. Pero a menudo la aspiración a «reinventarse» –palabra estrella de nuestro tiempo– se desliza hacia terrenos más delicados como las relacio
nes personales o la expresión de la propia originalidad. Algo que conecta con el ideal moderno de autenticidad descrito por el filósofo Charles Taylor.
Marian Salzman, presidenta de la agencia de publicidad Euro RSCG Worlwide PR North America, se ha especializado en lo que se conoce como trendspotting; o sea, la predicción de tendencias sociales que serán relevantes en el futuro.
Parte de su trabajo consiste en tomar el pulso a la actualidad para ayudar a los creativos a conectar con los consumidores. El resultado más visible de este rastreo de tendencias es un informe que Salzman publica al final de cada año prediciendo lo que se llevará el siguiente.
Y lo cierto es que no se le da nada mal. Si echamos un vistazo a las predicciones que hizo en el pasado, Salzman dio en el clavo con algunas de ellas. Hace diez años, por ejemplo, señalaba la importancia que tendrían en el futuro los libros digitales y las redes sociales; dos tendencias que entonces podían parecer exageradas.
No sabemos cuál es el oráculo de Salzman. Por las fuentes que cita en su informe de este año,1 se desprende que maneja materiales muy diversos: desde estadísticas, informes y estudios hasta las noticias de la prensa diaria o comentarios que descubre en algunos blogs. En cualquier caso, parece que no anda descaminada.
REINVENTARSE A TRAVÉS DE LAS EMOCIONES
De las once tendencias que analiza Salzman, dedica dos a la aspiración a reinventarse a uno mismo. Para explicarla, se sirve del famoso lema de Barack Obama: «Yes, We Can».
El cambio –dice Salzman– pierde fuelle como eslogan político, pero se está convirtiendo en un estilo de vida para muchos. Unos se apuntan al cambio con entusiasmo; otros lo hacen empujados por los infortunios de los últimos años. Pero, sea de forma voluntaria o forzosa, los baby boomers están desempolvando el legendario espíritu americano de las segundas oportunidades.
«Gente de 40, 50 o incluso más años, abren nuevos negocios; se embarcan en nuevas relaciones; y abrazan nuevos estilos de vida. (…) Millones de norteamericanos que no son ni ricos ni famosos están descubriendo lo poco que cuesta reinventarse y dar un giro a su vida».
Y esto que dice Salzman, ¿es realmente novedoso? Pues así, en abstracto, parece que no mucho. Pero la lectura completa del informe permite hacerse una idea del alcance de esta tendencia. Su estilo intuitivo ofrece una visión de conjunto esclarecedora.
La preocupación por reinventarse (tendencias 6 y 7) aparece ligada al boom de lo emocional (tendencia 8). La crisis económica, escribe Salzman, nos ha dejado escaldados. Años de trabajo pueden saltar por los aires en sólo media hora; la que te da el jefe para que despejes la mesa de tu oficina. «En este clima de inseguridad económica, el bienestar emocional –sentirse amado y respetado por los demás– parece una apuesta mucho más segura».
Esto conecta con la emergencia de lo que Salzman llama el «Public Mycasting System» (tendencia 4); o sea, el entusiasmo creciente por expresarse en la red a través de las propias creaciones o de lo que se comparte con los demás (fotos, videos, artículos…).
RESCATAR LA AUTENTICIDAD
La aspiración a reinventarse a través de las emociones –vividas y expresadas– refleja algunos planteamientos básicos modernos; entre otros, el ideal de autenticidad analizado por Charles Taylor.
El filósofo canadiense, brillante analista de modernidad, sitúa a finales del siglo XVIII el descubrimiento del ideal de autenticidad. Primero Rousseau, y luego Herder, reconocieron y popularizaron la idea de que «he sido llamado a vivir mi vida de una manera particular, y no para imitar la vida de ningún otro. Ser fiel a mí mismo significa ser fiel a mi propia originalidad, que es algo que sólo yo puedo articular y descubrir».
Esta forma de entender la identidad constituye una de las claves del enorme giro subjetivo característico de la cultura moderna, que algunos identifican con la exaltación del individuo aislado como fuente exclusiva de verdad y moralidad.
Pero Taylor cree que esta visión de la modernidad es reduccionista. A su juicio, el ideal de autenticidad no tiene por qué conducir a la ruptura con las referencias externas al sujeto como la historia, la tradición, la sociedad, la naturaleza o Dios. Ése era sólo uno de los caminos posibles, pero no el único.
De ahí que Taylor rechace las enmiendas a la totalidad del proyecto moderno. Lo que propone es hacer una relectura positiva del ideal de autenticidad para discernir sus formas degradadas de las superiores. El núcleo de su propuesta aparece condensado en La ética de la autenticidad,2 un libro que gana actualidad a la luz del panorama descrito por Marian Salzman.
ABIERTOS A LA REALIDAD Y AL DIÁLOGO
Para Taylor, la autenticidad –ser fiel a uno mismo– conecta con la idea de libertad; supone «que yo mismo encuentre el propósito de mi vida, frente a las exigencias de conformidad exterior». En este sentido, «refleja en parte una aspiración ética».
Así entendido, el ideal de autenticidad entraña creación; o sea, realización de algo original y nuevo. De ahí la importancia de la expresión: me descubro a mí mismo por medio de lo que creo.
Ahora bien: la noción de libertad puede llevarse a la práctica de varias maneras, no todas igualmente legítimas. Existe un uso degradado de la libertad: aquel que «no reconoce frontera alguna, nada en concreto que yo tenga que respetar».
La figura principal de este antropocentrismo radical sería Nietzsche, aunque las raíces de las formas del siglo XX se encuentran también en ciertas vetas de la modernidad, tales como las doctrinas de Derrida o Foucault.
Según Taylor, este uso de la libertad conduce a una situación enormemente trágica; los individuos terminan «solos en un universo mudo, carente de significado intrínseco, (…) en el que no hay opciones que sean muy significativas porque no hay asunto alguno que sea crucial».
Frente al nihilismo de las llamadas doctrinas postmodernas, Taylor propone un uso superior de la libertad: el que se desarrolla con «apertura a horizontes de significado» y «en un entramado dialógico, que nos liga a los demás».
LIBERTAD PARA EL BIEN
Es aquí, en el modo de concebir la libertad, donde mejor puede comprenderse la aspiración a reinventarse. Si uno concibe la libertad como un medio para alcanzar la perfección y la felicidad personales y de contribuir al bien común, lo decisivo es qué estamos dispuestos a hacer con ese deseo de afirmación. ¿Lo empleo para subirme yo a un pedestal desde el que todos me admiren? ¿O lo utilizo como una fuerza positiva para el bien?
Vistas así las cosas, el panorama cambia. Más que reinventarse desde cero, la búsqueda de la propia originalidad se entiende como el empeño de dar continuidad a un proyecto de vida valioso. Mantener los compromisos libremente elegidos y reafirmados día a día da coherencia y sentido a una biografía.
Por otra parte, el deseo de afirmación se convierte en un revulsivo al servicio de los demás cuando se entiende la libertad como una capacidad que se desarrolla en un marco de referencia. No una libertad encerrada en una torre de marfil o un recinto aislado, sino una libertad con vínculos sociales.
En el fondo, la aspiración a reinventarse nos sitúa ante la propia actitud ante la vida. «Ante las decisiones vitales –se pregunta Edward P. Sri–, ¿busco lo más noble, lo que beneficiará al mayor número de gente? ¿O huyo, como de la peste, de cualquier decisión que me arranca de mi zona de confort?».3 aceprensa
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1 Marian Salzman. Trends Report 2011. Euro RSCG Worlwide PR (2010).
2 Charles Taylor. La ética de la autenticidad. Paidós. Barcelona (1994).
3 Edward P. Sri, «Called to Greatness: The Virtue of Magnanimity», Lay Witness (2009).
Juan Meseguer