Traducción:
Juan Antonio Ayala
Axial. México, 2012.
156 pp
Un poema envuelto en neblina
Muchos son los motivos por los que el poema épico Beowulf es un memorable: inaugura la literatura anglosajona, es una síntesis entre las literaturas grecolatina, germánica y cristiana, sorprende por su fuerza imaginativa y da cuenta de un profundo drama humano que es la fugacidad de la existencia.
El héroe Beowulf es un rey y guerrero danés. El poema cuenta sus aventuras en dos momentos: primero su juventud, en la que libra al rey de los suecos, Hrothgar, del terrible monstruo Grendel y de su madre que azotan su corte; y el segundo, la lucha contra un dragón para defender a su pueblo, combate en el que pierde la vida.
Como toda obra literaria sus sentidos son múltiples: para J. R. R. Tolkien el tema central del poema es la virtud del valor, aún ante un destino sin esperanza; para Borges se trata de la fanfarronería y comenta que las características del héroe son «Ser deseoso de elogios, ser glorioso y ser temido».
En términos de convivencia política la edad media, periodo histórico en que se narran los hechos de Beowulf, fue calamitosa para la humanidad. La existencia estaba marcada por la guerra de todos contra todos; el saqueo, la muerte violenta, la esclavitud y la venganza eran situaciones cotidianas. En este contexto se hace palpable lo efímero de la existencia frente a la muerte y las potencias destructoras del ser humano.
Al final todo el valor del héroe, sus logros y hazañas son barridos igual por la muerte, su memoria va más allá del tiempo plasmada en el poema, a su pueblo, ya sin su protección, le espera la venganza de sus vecinos, la muerte o el cautiverio en tierras extranjeras. Ahí donde la vida no vale nada lo que queda es soñar, soñar sueños hermosos y terribles, sueños míticos envueltos en neblina como el poema de Beowulf.