Lo onírico ha fastidiado a la humanidad desde Aristóteles; no se me malinterprete, quiero decir, hemos dedicado un puñado de siglos a dirimir la distinción entre sueño y vigilia.
Uno podría trazar una cartografía del sueño; tomar como punto de arranque los relatos bíblicos hasta llegar a Inception, la película de Christopher Nolan y ver cómo, al pasar por Homero, Dante, Shakespeare, sor Juana, Calderón de la Barca, Descartes, Goya, Pessoa, Freud, Bretón, Bachelard, Borges, el asunto nos ha obsesionado.
Ópera prima de la joven artista Veridiana Scarpelli (São Paulo, 1978), El sueño de Victorio narra las posibilidades que un cerdo vislumbra para sí en un hermoso escenario de quimeras.
Esta breve historia contempla la insatisfacción que provocan los anhelos de una vida cuyo destino final es convertirse en jamones y tocinos: el arduo camino entre nuestra realidad y lo que queremos que sea. En este trabajo de esplendorosa ilustración, hecho con mimo envidiable y altísima creatividad editorial, la autora sugiere el desafío a la fatalidad. Por supuesto, sugerencia sólo visible a los lectores adultos; los chicos sólo encontrarán aquí el colorido relato de un cerdo que se resiste a serlo.