A los 22 años, Teresa sufrió el enorme dolor de perder a su único hijo de tres años. Una noche, en una oscura calle de su pueblo, un desconocido que la pretendía y a quien ella rechazaba de tajo, le propinó dos tiros a su hijo y lo mató. Antonio, el asesino, fue capturado y, posteriormente, condenado a 18 años de cárcel.
Tras un año de llorar desconsoladamente, Teresa quiso ir de incógnito a la cárcel a conocer a quien había matado a su hijo. Le atormentaba el deseo de saber quién era esa bestia que le había causado tan profunda pena. Aquel mismo día descubrió que Antonio había sido un niño violentado inicialmente por su mismo padre, luego su madre lo dejó con los abuelos ancianos y finalmente quedó abandonado a su suerte en las calles. La historia corta es que Teresa, conmovida por la historia trágica de Antonio, lo siguió visitando regularmente en la cárcel. Hoy en día, están casados y tienen tres hijos.
El perdón y la reconciliación son posibles. Los humanos tienen la capacidad heroica de perdonar lo imperdonable. Es la imagen del Dios de misericordia que se manifiesta en cada célula del ser humano. Sin perdón y sin reconciliación no hay futuro, decía con razón el Premio Nobel de Paz, Desmond Tutu.