Cuando el barroco dejó huella
Se desborda el alma en formas, en materiales; es su manera de hablar. Gritar cantando, gemir con lágrimas de piedra, disfrazarse con adornos dorados. Es el barroco, el arte amoroso de sonreir a lo ilimitado.
Se desborda el alma en formas, en materiales; es su manera de hablar. Gritar cantando, gemir con lágrimas de piedra, disfrazarse con adornos dorados. Es el barroco, el arte amoroso de sonreir a lo ilimitado.
El problema de la tierra es, siempre, un problema de manos. Manos que la retienen, que la añoran, que la trabajan, que la dejan. Un problema antiguo con huellas funestas.
El barroco es enredadera que invade los espacios íntimos de quienes la acogen. Así sucedió con este fecundo mexicano „omatemático, astrónomo, historiador, literato„o del siglo XVII.
Hay que detenerse en las esquinas de la nostalgia, la fotografía o la crónica para nombrar otra ciudad "ésta misma- cuando latía a un ritmo más candencioso por más humano.
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