Lotería vs. Bingo. Instrucciones para vivir en México
Al entrar a nuestro país, deberíamos entregarles un protocolo de seguridad cultural a los
Al entrar a nuestro país, deberíamos entregarles un protocolo de seguridad cultural a los
Prefiero ser inteligente que una actriz de cine. Natalie Portman El pseudo igualitarismo panfletario guillotinó a los reyes y
Lento en mi sombra, con la mano exploro mis invisibles rasgos. Un destello me alcanza. He vislumbrado tu cabello
«El cabello es el templo de los metrosexuales. Con fervor, los nuevos narcisistas pueden esculpir un peinado digno del mismísimo
El encanto de no opinar es que uno puede culpar al otro, lo mismo a la hora de elegir un restaurante que a la de votar por un gobernante. La responsabilidad es menos cómoda que el desinterés político.
Amar es una envidia verde y muda, una sutil y lúcida avaricia. Xavier Villaurrutia Seamos sinceros, a todos
Me topé con un libro que explicaba cómo conquistar a las chicas en un dos por tres. No era un bestseller de cafetería. Se trataba de El arte de amar de Ovidio, uno de los poetas más reconocidos de la antigua Roma. Su lema: «Ten confianza; todas son conquistables».
A pesar de sus oropeles, el soccer es una transfiguración de la guerra. Su objetivo es golear al contrario, comandado por un capitán. El trabajo en equipo está al servicio del triunfo sobre el adversario. En cierto sentido, el futbol tiene una vocación más bélica que la esgrima, pues ésta tiene más de duelo que de batalla.
Mis amigos que viven en Estados Unidos me lo repiten continuamente, «la clase media mexicana tiene una idea falsa de cómo se vive en Estados Unidos». En efecto, la seguridad social prácticamente no existe en aquel país. Eso significa que en la vejez y en la enfermedad uno se debe rascar con sus propias uñas. En esos duros momentos, se revela que las aseguradoras son negocios, no almas de caridad. ¿Quién puede recriminárselos? Son empresas privadas. ¿O no? Business are business. Una situación semejante es la que retrata Breaking Bad.
Publiqué mis primeros dos artículos en Istmo, cuando era un joven profesor. Uno trataba sobre Nieztsche (número 164), el otro sobre el arte barroco mexicano (número 163) que, como ustedes saben, es una de mis aficiones. No sé cuál de ellos fue el primero; revisaré en mis archivos. Lo importante es que llevé mi manuscrito y se lo entregué a alguien de la redacción. Transcurrieron algunas semanas de silencio. Finalmente, tras pedirme pequeñas correcciones, aceptaron mis textos. Me pondré un poco cursi, pero ese hecho sí que marcó mi vida. Descubrí que me gustaba escribir.
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