Empresas educativas: servir para servir
Cualquier escuela y universidad puede replantearse su objetivo y el modo de alcanzarlo: ¿es la persona el centro sobre el cual gira el sistema educativo o es un mero cliente, producto o medio para otro fin?
Cualquier escuela y universidad puede replantearse su objetivo y el modo de alcanzarlo: ¿es la persona el centro sobre el cual gira el sistema educativo o es un mero cliente, producto o medio para otro fin?
Jeffrey Meyers
Vergara. Barcelona, 2002. 443 págs.
El ajetreo vital de París, Cambridge o Salamanca inició en el siglo XIII al amparo de la universidad. Ávidos jóvenes llegaban ahí "sólo con su apetito de conocimiento" para ponerse al amparo de profesores no menos hambrientos de enseñar. Tristemente hoy, el lenguaje usado en muchas universidades refleja otros intereses, que las convierten en centros para la simple transacción comercial y el adiestramiento.
El progreso industrial no va aparejado al descuido de las condiciones de los trabajadores. Esta perogrullada no es tan evidente si miramos casos como el de una maquiladora en Matamoros, donde hace décadas inició el calvario de familias enteras a manos de empresarios irresponsables. Este es el recuento de los estragos.
A fuerza de convivir a diario con el entorno dejamos de admirarlo. Es la sobada «pérdida de la capacidad de asombro». Para recuperarla no basta detenerse en lo ordinario. Hay que intentar algún método. El que aquí proponemos es igualmente cotidiano, sí, pero festivo y eficaz, es el de la poesía.
Ser buen anfitrión no es una actividad de la industria del turismo, sino una exigencia para todos. Con demasiada frecuencia olvidamos tratar con categoría y afecto incluso a las personas más cercanas. No hacerlo es el atajo hacia una sociedad cada vez más hostil y el camino más corto a la tristeza.
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