Una defensa del exceso
La actividad productiva goza de mala fama: los ricos son muy malos y los pobres, muy buenos. Incluso intelectualmente, el acaudalado empresario es casi un cavernícola y el profesor, un sabio muerto de hambre. ¿Qué hay de cierto en esta condena, al culpar a la empresa de todos nuestros males? ¿Defender el exceso es una osadía o mera sensatez?