En septiembre de 2002 científicos de la Universidad Carnegie Mellon presentaron en un simposium sobre inteligencia artificial a GRACE (Graduate Robot Attending Conference), una robot con aptitudes sociales, programada para sonreír durante las conversaciones y preguntar las cosas cortésmente.
Ante la indiferencia de la vida pública, urge recuperar la riqueza que entraña la vida privada, la capacidad de proponernos fines que superen los condicionantes impuestos por la tiranía de la inmediatez. Esta capacidad de trascender nos acerca a los demás y facilita el trato personal, del que está tan necesitada la vida empresarial.
La ciudad de México ofrece un claro ejemplo del odio doméstico, de la guerra cotidiana. No hace falta estar en Medio Oriente para vivir en constante beligerancia: a bordo de su automóvil, el chilango promedio se convierte en poco menos que un separatista sefardí o un terrorista palestino. El asunto no es trivial: la revancha y el olvido del otro nos alejan del verdadero humanismo y nos acercan a la imbecilidad.
En estos tiempos de campañas electorales, cada vez más escucharemos discursos acomodaticios, indefinidos y vagos; la mejor arma de los partidos políticos será, como desde hace unos años, la demagogia de una arenga que tiende al centro.
Que la organización del mundo y los derroteros de las sociedades necesitan un cambio de fondo, no hay duda. Que la violencia genera violencia, es una realidad que la mayoría acepta. Pero que la cortesía podría ser la diferencia en conflictos interculturales y milenarios se considera una utopía; sin embargo, es una verdad que, bien puesta en práctica, puede traer luz donde sólo quedan ruinas.
Las formas corteses, al igual que las realidades humanas, son variadas y dinámicas. Tras la necesidad de cuidar la imagen "y la cara" existen infinidad de situaciones, acciones, matices, palabras y modos que dan a la cortesía una gama de posibilidades para manifestarse en todas las culturas y lenguas. Donde hay dos personas interactuando, tarde o temprano, surge la cortesía.
Internet supone cierta informalidad: es un mundo fugaz, sin ataduras tradicionales, de alta tecnología, aparejado a los jóvenes. El correo electrónico funciona en ese universo aparentemente anárquico y coloquial. Sin embargo, no es trivial observar normas de cortesía al utilizar este medio de comunicación.
La salida al aire del programa Big Brother en México reveló una realidad en constante crecimiento: el florido lenguaje de buena parte de la juventud. Unos años antes, John OíConnor, publirrelacionista y escritor estadounidense, al percatarse del exceso de palabras altisonantes en ámbitos cada vez más amplios, decidió que al menos él dejaría de pronunciarlas, para no cooperar con esa costumbre que se imponía. Pero entonces vió qué difícil resulta arrancar un hábito de toda la vida. No basta una decisión razonada. Esa dificultad lo llevó a analizar los porqués del fenómeno en su país y a escribir un libro sobre el tema: Cuss Control, The Complete Book on How to Curb Your Cursing * . Entresacamos algunas ideas que aclaran esa tendencia.
El español ha librado numerosas batallas en distintas líneas de fuego. De los rótulos escritos exclusivamente con mayúsculas a internet, el camino de nuestro idioma no ha sido fácil. Su riqueza, sin embargo, parece estar hoy nuevamente amenazada, y por extraño que parezca, en el frente universitario.
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