Ante la magnitud y vertiginoso crecimiento de problemas sociales suenan las alarmas y se reclama la solidaridad mundial. Desafortunadamente, no basta la buena voluntad para resolverlos. Profesionalizar la administración de los recursos humanos y materiales es una tarea que hoy se impone a las instituciones de servicio.
La cultura occidental parece resquebrajarse a manos de sus propias sociedades, confiadas sólo en la superioridad de la tecnología y el conocimiento. Mientras, Oriente resurge con fuerza. ¿Estamos frente al inevitable crepúsculo de nuestra civilización?
Estados Unidos y Europa encarnan los valores occidentales con un antagonismo evidente en política exterior. La apuesta por el diálogo de los europeos no es tan desinteresada como parece, ni la prepotencia de nuestros vecinos ajena a las, hasta hace poco, potencias beligerantes y colonialistas. Robert Kagan, en su libro Of Paradise and Power. America and Europe in the New World Order [1] analiza, desde el punto de vista de su país, Estados Unidos, el enredado nudo del poder europeo-norteamericano e intenta superar el maniqueísmo entre ambas posturas.
Hace 40 años nació Héctor Zagal. Quizá a usted no le importe y hasta piense que nuestro colaborador se puso achacoso, pero no. Este es un oportuno reclamo a una sociedad obstinada en despreciar a los viejos: hemos olvidado el valor de sus canas, de cada arruga, toda su sabiduría y, lo más importante, que como se ven, nos veremos.
La tolerancia no es una simple e indiferente aceptación de las posturas ajenas, como si fuese un espacio abierto a todo. Al contrario, es un camino formado por el encuentro con los demás y el entendimiento real de sus opiniones. Recorrerlo es fácil si reconocemos que el diálogo es la mejor herramienta para entender al otro
El libro del norteamericano Steve Allen, Vulgarians at the Gate [1] (Vulgarianos en la puerta) anuncia que los adalides de la vulgaridad parecen haber conquistado la radio y la televisión, los medios con mayor impacto. ¿Hay solución? Sí, revalorar la cultura popular y, con la participación de toda la sociedad, mejorar la calidad de los contenidos que transmiten los medios masivos de comunicación.
Las modas y el comportamiento personal penden siempre entre la vulgaridad y la elegancia. Nuestros tiempos democráticos tiran, como es
La empresa es una colectividad donde afortunadamente conviven diversos modos de pensar. Llano recuerda de nuevo que no podemos sesgar lo humano de la organización. No cabe entender ya, señala, la cultura y la economía como realidades antagónicas. El empresario está obligado a comprender también el carácter y la diversidad de los miembros de su empresa.
A veces, la verdad tras el dinero es tan truculenta como una novela de terror. Por eso extraña que ante los recientes escándalos financieros los periodistas no hayan sabido adelantarse, responder con talante y oportunidad. A la pregunta, ¿dónde estaban esos «defensores del interés público»?, sigue una no menos lógica, ¿a dónde van ahora?
Dos frases son irresistibles al hablar de trabajo en equipo: «uno para todos y todos para uno» y «mucho ayuda el que no estorba». En efecto, la labor en grupo exige que los integrantes sepan qué hacer, cuándo y cómo para evitar que un conjunto eficaz se convierta en monstruo. ¿Cómo aplicar este modelo a nuestras necesidades sin perdernos en el intento?
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