Leer para contarla
Las ciudades y paseos con alma se disfrutan más cuando son viejos conocidos, siempre y cuando se conserve la capacidad de asombro. «La asepsia literaria y la del viajero, dice el autor, son imperdonables: no hay peor trotamundos que el que no se quiere empapar, y afortunadamente este mundo da para zambullirse una y otra vez en muy distintas aguas». Lo mismo pasa con la literatura, el sabor está en dejarse atrapar.