¿Y para qué tanto sufrir?
Yo sufro, tú sufres, él sufre… ¿ por qué? Si la vida es buena, debe haber algún error, algún cable torcido por el que el dolor se nos vuelve cotidiano… Y mientras más nos empeñamos a toda costa en no padecerlo, más «nos pega». He aquí un análisis que desvela parte del misterio.