Seducción es… amor sin brillo
Amar es una envidia verde y muda, una sutil y lúcida avaricia. Xavier Villaurrutia Seamos sinceros, a todos
Amar es una envidia verde y muda, una sutil y lúcida avaricia. Xavier Villaurrutia Seamos sinceros, a todos
Me topé con un libro que explicaba cómo conquistar a las chicas en un dos por tres. No era un bestseller de cafetería. Se trataba de El arte de amar de Ovidio, uno de los poetas más reconocidos de la antigua Roma. Su lema: «Ten confianza; todas son conquistables».
A pesar de sus oropeles, el soccer es una transfiguración de la guerra. Su objetivo es golear al contrario, comandado por un capitán. El trabajo en equipo está al servicio del triunfo sobre el adversario. En cierto sentido, el futbol tiene una vocación más bélica que la esgrima, pues ésta tiene más de duelo que de batalla.
Mis amigos que viven en Estados Unidos me lo repiten continuamente, «la clase media mexicana tiene una idea falsa de cómo se vive en Estados Unidos». En efecto, la seguridad social prácticamente no existe en aquel país. Eso significa que en la vejez y en la enfermedad uno se debe rascar con sus propias uñas. En esos duros momentos, se revela que las aseguradoras son negocios, no almas de caridad. ¿Quién puede recriminárselos? Son empresas privadas. ¿O no? Business are business. Una situación semejante es la que retrata Breaking Bad.
Publiqué mis primeros dos artículos en Istmo, cuando era un joven profesor. Uno trataba sobre Nieztsche (número 164), el otro sobre el arte barroco mexicano (número 163) que, como ustedes saben, es una de mis aficiones. No sé cuál de ellos fue el primero; revisaré en mis archivos. Lo importante es que llevé mi manuscrito y se lo entregué a alguien de la redacción. Transcurrieron algunas semanas de silencio. Finalmente, tras pedirme pequeñas correcciones, aceptaron mis textos. Me pondré un poco cursi, pero ese hecho sí que marcó mi vida. Descubrí que me gustaba escribir.
El mirrrey es un reptil de sangre fría. Por eso lo vemos tomando constantemente el sol en un yate, con lentes oscuros que, además, sirven para ocultar su perenne estado de ebriedad. Cuando le da tiempo de ir más allá de Acapulco, disfruta de la arena de Punta de Mita, de Puerto Morelos y de Playa del Carmen.
Todo esto es lo que me sucede con el Sep’s. La mitad del placer que me proporciona comer allí tiene que ver con mis vivencias. Evoca para mí la primaria, cuando estudiaba en el Colegio Freinet de la calle de Sinaloa. Acabarse la milanesa del Sep’s venía con un premio: un helado de mamey en Roxy.
Mi abuelo se llamaba Bardomiano Zagal Martínez. Su madre, María Luisa, mi bisabuela paterna, una mujer de armas tomar. Poco sé sobre su vida, sólo una foto con la familia. A la abuela Emilia, huérfana de padre y madre, la crió una tía que se deshizo de ella a la brevedad. Mi abuelo se casó con ella cuando tenía 14 años. En aquella época, la expectativa de vida de la mujer era de 50 años y casarse a esa edad no era escandaloso.
En mayor o menor medida, todos nos transformamos al volante. Al menos en la ciudad de México, los «microbuseros» conducen como si fuesen asesinos seriales. Ríanse ustedes de Jason y de Freddy Krueger; cualquier chofer de microbús los pondría a temblar. ¿Cómo son cuando descienden del vehículo? Son gente normal, con familia, amigos, como la mayoría de nosotros. ¿Y qué decir de las señoras que nos avientan su camioneta en las afueras de las escuelas elegantes? ¿Verdad que dan miedo? Y, sin embargo, cuando se bajan, son la mar de amables.
Definitivamente me estoy haciendo viejo. Mi sobrina de 1 año ya sabe manejar la pantalla del iPhone y yo apenas puedo con mi nueva computadora. Cada año, las pantallas salen con más botones y dibujitos. Sigo sin entenderme con estos aparatos.
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